lunes, 14 de octubre de 2013

Primera fecha: Escuela de (hard)rock

Aerosmith, Whitesnake, Band of Skulls y más marcaron el inicio del festival que reunió a más de 25 mil personas en GEBA.

"¿Les gusta lo viejo? A mí también". La pregunta que Steven Tyler disparó antes de "Cryin'" fue algo más que una expresión sincera. En su tercera visita en seis años (y a menos de dos de la última), en esta ocasión el grupo de Boston puso sus miras en las páginas más antiguas de su catálogo. Poco importa que hayan publicado un álbum de estudio hace menos de un año (Music from Another Dimension, del que sólo sonó "Oh Yeah"): la banda y el público coinciden de manera tácita en que acá lo que importa es el pasado. Esta decisión implica un recorrido serpenteante, en donde los hits están a la orden del día (y de eso Aerosmith sabe bastante), pero también hay incursiones en figuras más difíciles para el escucha casual, que reciben la venia inmediata del núcleo duro de fans. De un lado, "Dude (Looks Like a Lady)", "Love in an Elevator" y "Livin' on the Edge"; del otro, "Draw the Line", "Combination" y "Same Old Song and Dance".
La dinámica del show de Aerosmith está puesta en la química entre Joe Perry y Tyler. Aun cuando su relación dista de estar en los mejores términos cuando están fuera del escenario, arriba de él ejecutan una simbiosis notable. Al frente de una pasarela que avanza sobre el campo, los otrora mellizos tóxicos son el foco de atención mientras de fondo Joey Kramer sostiene paredes junto al bajista David Hull (en reemplazo de Tom Hamilton, ausente con aviso), y Brad Whitford complementa las seis cuerdas con oficio. El vocalista lleva años poniendo el cuerpo, y suple con destreza física y magnetismo lo que su garganta ya no puede cubrir como antes. Pero antes de que suene la alarma, Tyler pela agudos que erizan la piel en "Dream On", y deja la certeza de que Aerosmith tiene un futuro garantizado siempre que él pueda seguir recurriendo a la manera correcta de gritar.

Antes...

Whitesnake
Ni uno, no dos, ni tres. Siete amplificadores Marshall puestos en fila con sus respectivos cabezales ocupan gran parte del escenario durante el show de Whitesnake, porque este no es terreno para sutilezas. De buenas a primeras, "Give Me All Your Love" y "Ready an' Willing" dejan en claro que acá lo que hay importa es el hard rock a volumen 11, tal como eran las cosas en Sunset Strip en los ochenta. Ante un público hechizado, David Coverdale está en llamas. Agita a las masas, se apoya el pie del micrófono en la entrepierna y se serpentea como en sus mejores años. "Is This Love" ofrece la otra cara de Whitesnake, la de las baladas épicas que demuestran que los hombres del metal también tienen sentimientos, y que también sirve para descomprimir un show que enseguida vuelve a la carga con "Slide It In". La pirotecnia de virtuosismo de la banda completa el cuadro, y así como los guitarristas Doug Aldrich y Reb Beach se baten a duelo después de "Pistols at Dawn", Tommy Aldridge se presta a un largo solo de batería en el que termina tocando su instrumento a puño limpio. Todo junto, un compendio de lo que una banda debe tener según los libros sagrados del rock pesado para poder exhibir sus credenciales con orgullo.
Band of Skulls
Entre la promesa y la incertidumbre que acompañan a toda banda que llega por primera vez a nuestro país, el vivo de Band of Skulls se impuso en la grilla de este festival como una de las grandes apuestas. El (power, sí) trío de Southampton cumplió. Y de alguna forma colaboró con la reivindicación del garage bluesrockero en su versión en directo, evitando la crudeza y la suciedad del sonido -comúnmente- propia del género. Recordemos lo que pasó en abril con los Black Keys, por ejemplo. Lo logró así: con un repertorio equilibrado, que comenzó con el tema que da nombre al disco que los puso en la escena internacional durante el año pasado, "Sweet Sour", y mechó adelantos de su próximo trabajo ("Asleep at the Wheel") y pseudohits del debut ("Patterns", "I Know What I Am"); y todos los recursos de una banda focalizada en los riffs pesados, algunos jams espaciales y el complemento vocal entre la aspereza del violero Russel Marsden y la feminidad de la bajista Emma Richardson, que en el contexto hizo imposible no evocar a la de Alison Mosshart. Después de acudir a las referencias western garageras de "Toreador" y a la catarsis valvular de "Hollywood Bowl", "Light of the Morning" y "Death by Diamonds and Pearls" llevaron su set a terreno seguro con la extraña decisión de cerrar su show de la misma manera en la que comienza su álbum debut, como en un ciclo abierto en el que un final también puede ser un inicio.
Buckcherry
La segunda visita de la banda liderada por Josh Todd (que vino en mayo de 2011, para tocar como soporte de Mötley Crüe en el Malvinas Argentinas) funcionó como otra muestra gratis de su efectividad en estas tierras, esa que bien podría significarle una fecha propia sobre cualquier escenario porteño. En el tablado posterior al principal, mientras detrás sonaban los Band of Skulls, los californianos desplegaron su batería de -en el mejor de los sentidos posibles de la palabra- clichés del imaginario hardrockero, centrados en la figura de su frontman (desde su arenga de movimientos pornográficos hasta los tatuajes), y la garantía de una seguidilla de perfectas muestras del género, desde el comienzo con "Lit Up" hasta el final con "Crazy Bitch", pasando por "Rescue Me", a pesar del éxodo progresivo hacia el escenario sobre el que Whitesnake ya comenzaba a desplegar sus propios artilugios.
Draco Rosa
Cuando el pasado arrastra una condena, no queda otra opción que salir al cruce con algo que lo anule completamente. Más allá de su debut artístico como ídolo preadolescente con Menudo, y el posterior arsenal de hits que firmó para Ricky Martin, el presente de Draco Rosa nada tiene que ver con eso, y es la muestra de que sus inquietudes artísticas son el resultado de un espíritu libre. Al frente de La Santa Orquesta Phantom Box, el portorriqueño apeló al mestizaje cultural al abordar el hard rock desde la rítmica latina de raíz. Con la improvisación como eje, la banda puede entrar en una atmósfera stoner mientras el vocalista canta el poema "Nocturno", de Julio Cortázar, zambullirse de lleno en la fusión de "Luchar por ella", o bien ir a fondo con una cadencia arrastrada e hipnótica en la lúgubre "Llanto subterráneo". Así como existen quienes despuntan un vicio por fuera del horario laboral, Draco Rosa hace lo mismo. Conocido por el pop alto alcance que puso en boca de otros, su performance en el escenario Samsung dejó en claro que su veta solista tiene una búsqueda más profunda, y también más arriesgada.
Juanse
A dos años del final definitivo de los Ratones Paranoicos, Juanse no necesita hacer más para reafirmarse como un héroe del rock nacional. Lo sabe. Lo es. La ridiculización capusottiana quedó cancelada con su propia reconstrucción musical y pública, fortalecida incluso después de entregar su cuerpo al Señor y ¿paradójicamente? a la publicidad masiva. Pero igual, a pesar de la reciente edición de Rock es amor igual, su segundo trabajo solista después de la disolución paranoica, recurre a la seguridad de los hits de la banda que lideró durante décadas. "Sigue girando", "Sucia estrella", "Enlace", el "Rock del gato" y también el del pedazo... Todo esto a las seis de la tarde, cuando el predio comenzaba a llenarse y la presentación de la agrupación encabezada por Steven Tyler parecía aún muy lejana. "¿Esperando a Aerosmith?", preguntó al público del escenario sobre el cual mañana se presentará su hijo Daland junto a La Armada Cósmica. "Yo también".

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