Personal Fest 2013, segunda fecha: manual de supervivencia
Con Muse y Jane´s Addiction a la cabeza, la jornada final del festival se llevó a cabo en GEBA ante 25 mil personas
Fotos de Agustín Dusserre
El mundo no es un lugar ameno desde la perspectiva de Matt Bellamy. Alienación, avaricia, los riesgos de una sociedad informatizada y el temor a que alguien esté manejando los hilos detrás de un Nuevo Orden Mundial son algunas de las temáticas más recurrentes en sus letras. Esta fijación es también la que explica el costado épico de Muse: ante este escenario, gran parte de su discurso se reduce a luchar, a no permitir que los malos de la película triunfen, y a poder atravesar adversidades para cantar victoria. Pero en la película de Bellamy los buenos ganan, y lo que comienza como una invitación a la paranoia ("Despertate y mirá, tu verdadera emancipación es una fantasía"), deviene en proclama heroica casi dos horas después ("Voy a ganar, voy a encender el fusible. Nunca perderé, elijo sobrevivir").
En su tercera visita a la Argentina, el show que le puso cierre a la edición 2013 del Personal Fest confirmó una vez más que el escenario es el terreno en donde Muse mejor explota su potencial. Si en estudio la banda echa mano en exceso a barroquismos líricos e instrumentales, en vivo se reformula como un power trío que apela a todos los recursos en pos de estimular los sentidos provisto de láseres, visuales esmeradas y un volumen atronador, que reverberó fuerte en el pecho del público ante cada golpe del baterista Dominic Howard. Bellamy, prodigio de las seis (y a veces siete) cuerdas, despunta el virtuosismo sin mesura en "Time is Running Out", "Plug In Baby" y "Uprising", pero también sabe ceder a una veta pop innegable con "Madness" y "Starlight". Entre canciones, referencias a Rage Against The Machine, The Animals o Ennio Morriconne (antes de la cabalgata apocalíptica de "Knights of Cydonia") sirven para terminar de pintar un cuadro de situación inclasificable para una banda que se formó a la sombra de lo que Radiohead le legó a Gran Bretaña con el cambio de milenio, y que ahora se disputa con U2 el cinturón por el título de monstruo del rock de escala estadio.
Antes...
Jane´s Addiction
Es el tercer año consecutivo en que Jane´s Addiction llega a Buenos Aires pero el primero que los trae sin la excusa de una gira en torno a las ediciones sudamericanas del Lollapalooza. O no, porque la presencia de Perry Farrell en Argentina esta vez estuvo estrechamente relacionada con el afortunado anuncio de que nosotros también seremos merecedores de la propia versión de uno de los festivales más grandes de Ámerica: a él le debemos esa promesa rockera para 2014. Por tercera vez consecutiva pero sobre el escenario secundario del Personal, los californianos volvieron a desplegar su imaginario sadomasoquista.
Comandada por su líder carismático, que dejó en claro que aquella promesa es casi una realidad ("Tenemos una cita", dijo) y no tuvo reparos en volver a hacer referencia a su turbulenta primera llegada al país (solo, para pasar música en Pachá) en plena crisis de 2001, Juana es una diosa -puta, hereje- de cuatro brazos. Dave Navarro es el virtuoso y representa la exudación misma de la sexualidad a través de sus solos grandilocuentes y arremolinados, de sus pectorales tatuados y su historial pornográfico; Stephen Perkins es el instintivo, con sus cabalgatas poderosas y violentas; Chris Chaney, el estricto (sin las líneas de bajo introductorias, ni "Mountain Song", ni "Three Days", con su trío de eternos diez, quince, mil minutos, existirían como tales); Farrell es el flexible. Con la elocuencia de sus movimientos elásticos y la potencia de su voz aniñada intactas, el recorrido a través de los éxitos de la banda ("Been Caught Steeling", "Stop!", con el "Señoras y señores..." legendario, "Ted, Just Admit it...") y la muestra al pasar del material de reunión, The Great Escape Artist("Underground") se hizo con la puesta coreográfica ya conocida, materializada en las dos chicas semidesnudas que personifican el espíritu orgiástico de la adicción de la deidad en cuestión. Es la tercera vez en tres años pero su rendimiento no baja del cien por ciento. La esperamos el año que viene, pues.
Albert Hammond Jr.
Casualidad o no, el anteúltimo show que dio The Strokes fue hace dos años, sobre el mismo escenario sobre el que anoche se plantó uno de sus guitarristas, gustoso de abandonar el papel secundario para adoptar el protagónico. Y como desde entonces la banda de Nueva York fijó su norte en la new wave más sintética, lo de Albert Hammond Jr. pasa por una vuelta a sus orígenes. Con un repaso equitativo por su escueta discografía (sólo dos discos y un EP en seis años), lo que acá se ofrece es un recordatorio de lo que su grupo supo ser en un comienzo. Tres guitarras afiladas en diálogo constante, una sección rítmica marcial, y la necesidad imperiosa de convertir cada estribillo en la detonación de lo que se caldea en las estrofas previas son la fórmula clave de los proto hits "Everyone Gets a Star", "In Transit" y "Back to the 101". La elección de los covers tampoco fue azarosa: "Postal Blowfish", de Guided By Voices, ubicó la propuesta en tiempo y espacio, y la versión rabiosa de "Last Caress" de Misfits dejó en claro para qué lado tiró Hammond en su (¿ex?) banda todo este tiempo.
Kashmir
En el tercer escenario, de espalda a los dos principales, la banda danesa aportó la cuota sensible de la jornada en su segunda visita a Buenos Aires. Con el énfasis puesto en su reciente E.A.R., el grupo liderado por Kasper Eistrup apela a climas melancólicos de instrumentación envolvente. Cuando la intensidad electrifica el ambiente, como en "Mouthful of Wasps" y "The Cynic", el saldo es a favor, pero cuando se apela a la intimidad al borde del susurro, como pasó en "Piece of the Sun", el resultado es más ambiguo, porque los festivales no son amigos del intimismo. Un set comprimido, con ocho canciones en cuarenta y cinco minutos sirvió más para ganar nuevos adeptos que para saciar las ansias de un núcleo de fans fieles y demostrativos. Si su debut porteño fue para unos pocos, y su paso por el Personal Fest sumó a sus tropas a quienes no los conocían, la promesa de una pronta visita antes de despedirse hace pensar que quizás la tercera efectivamente sea la vencida para ellos, como corresponde.
Mystery Jets
Otros que llegaron por tercera vez al país. Aunque la última, durante el año pasado para el Beldent Random Fest, los llevó a tocar un set ínfimo, los ingleses ya presentaban su quinto disco, Radlands, el mismo que los trajo ahora a colocarse sobre el escenario Samsung minutos antes de Jane´s Addiction. Así, la banda comandada por Blaine Harrison y William Rees comenzó su repertorio con "Someone Purer", del LP en cuestión, una balada que muta en ese indiepop ameno con pasajes psicodélicos y nuevaoleros que representan, y recurre a los golpes de efecto vocales (los "uoh, uoh", los "uh, uh" y los "shalalá", como el de "Greatest Hits") como caballo de batalla. La apreciación acerca de la división de los campos representó una de las pocas intervenciones realizadas desde el escenario: "No me gusta la segregación, deberían romper las vallas", arengó el violero. Pero por suerte nadie hizo nada más que bailar.
La Armada Cósmica / Zero Kill
Bien temprano, antes de las cinco de la tarde, La Armada Cósmica demostró que las bandas en ascenso también pueden movilizar al público festivalero masivo desde el escenario principal. Con el heterogéneo recorrido a través de los géneros (el grunge, el punk, la psicodelia y algo brit y hasta sónico) que los temas de su disco debut, Budapest, implican, la banda liderada por Daland Gutiérrez centra sus miradas en la figura de este pequeño (porque tiene 19) gran frontman. Virtuoso de las seis cuerdas y de la amplitud vocal (extremo metalero en "Chupar el cable"), Daland reúne todos trucos y movimientos tribuneros del buen rockero y los amalgama con su arrogancia consciente. Igual, por las dudas, antes de despedirse tiró: "Y como dice Pablito Lescano... a la gilada, ni cabida". A continuación, Zero Kill aportó la otra cara de la moneda. A mitad de camino entre el electro rock bailable y el trip hop acuoso, Benito Cerati timonea su barco con teatralidad y parsimonia a la vez. Al igual que David Bowie, su Santo Patrono artístico, su búsqueda va por el costado de lo camaleónico, y puede llevarlo del pop burbujeante a un baladista programado en código binario con "Sunlight", y también a versionar "Bloodsport" de Sneaker Pimps, una de las figuritas difíciles de la escena de Bristol de los noventa. A la hora del cierre, "Automática Lunática" condensa en cuatro minutos sus mejores armas, una melodía adictiva arropada con teclados etéreos y drones de guitarra que se amalgaman con éxito, con vistas a un futuro ganado por peso propio.
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